nâo é por acaso Luis
nâo é por acaso Luis:
(www.astormentas.com)
Poema ao acaso
segunda-feira, 9 de maio de 2011
Fernando Mora, bem invitado, ratón confeso
Respuesta a Fernando Mora:
No porque tú lo seas, confieso que siento gran admiración por los ratones de campo, con los que estuve en guerra durante más de una decada.
Más aún, incluso les tomé gran respeto y cariño. Innumerables veces a lo largo de ese período de hostilidades pensé, que pena que no hubieran negociado la paz.
Como me hubiera gustado poder habilitarles una residencia en mi huerta, a salvo de gatos y demás rapaces, y suministrarles diariamente comida con una dieta equilibrada, además de planchas de porespán que tanto les diviertía convertir en bolitas.
Con su parque de diversiones anexo, dotado, como todos, de columpios, toboganes, balancines, etc. Su SPA, que ya no falta en ningún hotel, y un aula musical con instrumentos a medida, que, como se puede apreciar por las fotos, les encantan.
Suele pasar entre enemigos, aún sin llegar al odio, que nunca les tuve, acabar por comprenderse, admirarse mutuamente, y quererse. Recientemente me encontré con el jefe de una empresa para la que trabajé, con quien no tuve un momento de paz. Probablemente, representé para él un buen incordio, y a cambio me lo pusieron crudo mientras trabajé allí. Me alegró verlo y saber que se encontraba bien, y me atrevería a decir que esa misma impresión me dio él respecto a mí.
Volviendo al caso, la guerra se desarrolló mediante la incorporación a la lucha en el frente de sucesivas oleadas de combatientes. Actuando en comandos de 2 a 4 miembros, los ratones invadían mi casa, que todavía conserva la huella de las batallas libradas, y los severos daños destructivos que ocasionaron.
Cuando un comando caía, antes de transcurridos tres meses otro llegaba en su lugar para ocupar la primera línea de combate en el frente.
Sin rehuir el cuerpo a cuerpo, escoba en mano, tuvimos enfrentamientos memorables, casi todos concluidos con el mango de la escoba y algún cacharro doméstico rotos, y el ratón destornillándose de risa.
Me decidí entonces por el uso del armamento convencional que los traficantes de armas ponen en el mercado hasta que, poco a poco, fui comprobando su ineficacia.
Aquellos luchadores manifestaban tal destreza, que pasaban sobre las clásicas ratoneras como el viento, ni siquiera se molestaban en sortearlas, sin sufrir ni una sola baja.
Recurrí más tarde a un pienso letal granulado que les repartía en pequeñas bandejitas de porespán del super, estratégicamente situadas a lo largo de sus itinerarios habituales.
Fue entonces cuando comprendí el alcance de su inteligencia:
No se conformaban con comer grano a grano en la bandeja, sino que arrastraban estas para llevar la totalidad del grano para su guarida. ¿Cuántos animales son capaces de hacer esto, aparte de los humanos que acaparamos sin necesidad?
Ellos incorporaron el pienso a su dieta hasta tal punto que diría que lo buscaban como quien tiene adición a los dulces. Consiguieron localizar la despensa donde estaba almacenado el grano, contenido en bolsas de plástico herméticas, para lo cual royeron discretamente un paso oculto en la puerta de cierre de madera de roble, tomando por asalto la mercancía.
Opté entonces por los ahuyentadores, unos emisores de ultrasonido que, decían, resultaban insufribles para los ratones. En mi casa creo que los usaban para organizar guateques nocturnos.
No quedaba otra. Un pegamento incoloro, inodoro, insípido e invisible, arma de última generación, combinado con queso parmesano rayado de primera. Extendido sobre cartulinas en círculo perfectamente cerrado con un poco de queso en el exterior y la mayor parte inscrito en el mismo, dispuestas cuidadosamente en puntos cruciales de sus rutas.
Desaparecía todo el queso de fuera, justo hasta alcanzar el borde del pegamento, que nunca traspasaron, por lo que el inscrito en el círculo permanecía intacto.
Tras este fracaso pasé a utilizar técnicas de inteligencia militar. A lo largo del tiempo había comprobado que a un ratón no le importa caer de una altura equivalente para un humano de más de 100 metros, por lo cual bordea indiferente cualquier precipicio.
Una vez que comprobé los senderos que recorrían en altura, situé obstáculos estrechando el paso en los mismos de modo que pudieran resultar desequilibrantes y provocar accidentes de circulación, sabiendo que ellos no se tomaban demasiadas precauciones para evitar las caídas, y, en el suelo, en la vertical de probable caída, dispuse cubos con agua hasta su mitad con el fin de que allí fueran a parar. Dio ciertos resultados, accidentalmente, nunca mejor dicho.
Continúe perfeccionando el sistema, añadiendo incentivos al despiste, puesto que el accidente natural no se producía con la frecuencia requerida.
No voy enumerarlos, porque va siendo hora de acabar.
Pasado el tiempo, acabé descubriendo por azar donde tenían su cuartel, cuyo interior me resultaba inaccesible, pero con un único acceso consituido por una entrada limpia y visible en forma de portal de unos 8 a 10 cms por cada lado, que se hallaba en un rincón debajo del mueble de la cocina.
En ese justo momento pensé que estaban perdidos. Por fin había ganado la guerra.
Bastaría con poner un obstáculo insalvable en la entrada, sin dejar fugas, y podría dar por bien empleados tantos años de guerra, concluida con la victoria del "mundo civilizado" sobre "el salvaje", y de la "inteligencia humana" frente al "primitivismo animal".
Me dispuse a poner en marcha la operación, sin darme mucha prisa, con la confianza que daba saber que ya estaban en mis manos.
Vertí una extensa capa del pegamento invisible sobre una lámina transparente de plástico, en su conjunto indetectable para los radares, y la coloqué en el suelo cubriendo totalmente el acceso a la entrada de su central de operaciones y alojamiento, marchándome tranquilo de vacaciones a sabiendas de que, o finiquitaban en su encierro por inanición o, en una semana, allí estaría el comando apresado.
Sorprendentemente, ninguna de ambas cosas ocurrió, puesto que a mi regreso de vacaciones el comando seguía operativo, y lo que es peor, utilizando las instalaciones de siempre, entrando y saliendo a voluntad, pese a que allí permanecía la trampa insalvable que le había puesto.
En estas cavilaciones estaba yo, rompiéndome la cabeza, desesperanzado, cuando oigo entre las cacerolas del mueble de cocina aquél ruido que me resultaba tan familiar. Allí andaba el enemigo, defecando seguramente, porque hasta ese punto llegaban burlándose de mí, dejando excrementos por todas partes sin respetar útiles de cocina, paquetes de arroz, de pasta, etc. Para qué contar más. Acaba de salir de operaciones, me dije, traspasando y burlando la “Linea Maginot” que yo les había interpuesto en su camino.
Una luz me iluminó en ese momento.
Confundirlo, aturdirlo.
Tenía que aturdir al enemigo.
Tomé un palo, abrí la puerta del mueble, y comencé a batir con él a fuerte ritmo en las cacerolas, a diestra y siniestra.
El ratón, sumido en un evidente estado de shock, comenzó a dar saltos desesperado y emprendió a toda velocidad la fuga dirigiéndose a su cuartel,
y zas… quedó atrapado.
Fernando: No podemos dejar que nos aturdan.
Un abrazo.
PD. No me corresponde a mí decir si en este caso ganaron los buenos o los malos. Pero no está de más recordar aquello de que "Dios está con los malos, cuando los buenos son menos"
© Alfonso Roldán Losada.
El ratón de campo es el más abundante de los mamíferos de nuestros montes.
FICHA TÉCNICA
Orden: Rodentia.
Familia: Múridos.
Género: Apodemus
Especie: Apodemus sylvatucus (Linnaeus, 1766)
Subespecies presentes: Se han descrito dos subespecies en la Península Ibérica: el Apodemus sylvaticus callipides, que ocupa el norte de la península.
(La tribu de mi enemigo)
Longitud de la cabeza y cuerpo, sin incluir la cola: entre 10 y 12 cms.
Longitud de la cola: de 9 a 12 cms.
Peso: De 20 a 35 gramos.
Status de la especie: No amenazada.
(Me alegra saber que sobrevivieron a nuestra guerra)
http://www.sierradebaza.org/Fichas_fauna/05_03_raton-campo/raton_campo.htm
17:33h - 18:19
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Pero que difícil es no acabar no ya aturdido, si no hasta mareado.
ResponderEliminarGracias Bem. Siempre aportas claridad, hoy además, regalas quietud.
Un abrazo,
O sea, que mi rollo te durmió. No me extraña.
ResponderEliminarYo también lo estoy, pasaron exactamente 4 años, y contesto ahora.
Hace un par de años, contando estas batallitas a un par de amigos en Muros, ambos dijeron que les recodaba una peli que habían visto, La milla verde.
La busqué en youtube y la vi a trozos. Me gustó.
Otro, tarde si, pero igual de sentido.
Com um amigo, atrás de um muro.
ResponderEliminarNão há mar que resista. Não há muros.