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martes, 26 de marzo de 2013
Salomé y la cabeza del Bautista
José López Palazón
Leo, todos los días, lúcidos análisis sobre las causas de la tragedia que padecemos. Hipotecas subprime, sobrexposición bancaria, locura inversora de las clases trabajadores, boom inmobiliario, etc., pero nadie habla ni una sola palabra, que yo sepa, de lo que se halla en el meollo mismo de la cuestión, de la causa que hace que estos hijos de puta manden como lo están haciendo, pasándose por los cojones todos los límites divinos y humanos, porque estos tíos son peores que Videla y Massera, peor que Pinochet, peores que Hitler y que Mussolini, peores que Franco, no, porque ellos son el mismo espíritu de Franco redivivo.
Ahora, comprendo al fin la expresión revolución conservadora en toda su extensión, en toda su profundidad.
Frente a esa lentísima revolución progresista que ha tardado cientos de años en ir desde la argolla del puñetero esclavo en el tobillo hasta la condición del tío que atornilla la misma pieza miles de veces en la misma jornada pero que, al fin, veía reconocida su dignidad como ser humano de alguna manera, con derechos laborales que parecían intocables, se ha ido forjando en la trastienda de los partidos conservadores la idea de que había que acabar con esa pequeña marea de insignificantes conquistas no por lo que eran en sí mismas, que no valían la pena, sino por la relevancia que otorgaban al trabajador como un sujeto de la relación laboral capaz de exigir un trato acorde con su naturaleza humana.
Leo, todos los días, lúcidos análisis sobre las causas de la tragedia que padecemos. Hipotecas subprime, sobrexposición bancaria, locura inversora de las clases trabajadores, boom inmobiliario, etc., pero nadie habla ni una sola palabra, que yo sepa, de lo que se halla en el meollo mismo de la cuestión, de la causa que hace que estos hijos de puta manden como lo están haciendo, pasándose por los cojones todos los límites divinos y humanos, porque estos tíos son peores que Videla y Massera, peor que Pinochet, peores que Hitler y que Mussolini, peores que Franco, no, porque ellos son el mismo espíritu de Franco redivivo.
Ahora, comprendo al fin la expresión revolución conservadora en toda su extensión, en toda su profundidad.
Frente a esa lentísima revolución progresista que ha tardado cientos de años en ir desde la argolla del puñetero esclavo en el tobillo hasta la condición del tío que atornilla la misma pieza miles de veces en la misma jornada pero que, al fin, veía reconocida su dignidad como ser humano de alguna manera, con derechos laborales que parecían intocables, se ha ido forjando en la trastienda de los partidos conservadores la idea de que había que acabar con esa pequeña marea de insignificantes conquistas no por lo que eran en sí mismas, que no valían la pena, sino por la relevancia que otorgaban al trabajador como un sujeto de la relación laboral capaz de exigir un trato acorde con su naturaleza humana.
Estas fiestas de
Semana Santa han venido a casa mis hijos.
Es un matrimonio de profesores
titulados de universidad. Son propietarios de dos pisos, tienen un mercedes y un
land rover, entre los dos ganan más de seis mil euros, pero se consideran
trabajadores explotados ¿por quién? No os la vais a creer, por mí, coño, por mí,
tal como lo leéis porque soy un jodido pensionista que cobra 1.499 euros al mes
QUE SE LOS SACAN A ELLOS DE SU JODIDO BOLSILLO.
Se me ha caído el
alma a los pies y una ira ciega me ha subido a la cabeza.
Pero ¿qué es lo que
esta pasando? Que 2 profesores universitarios, mi hija doctora
en informática, tentada por los Usa para que fuera trabajar con ellos,
vicedecana de su facultad, piense seriamente que la culpa de que a ellos les
rebajen el sueldo la tengo yo porque de algún sitio hay que sacar para pagarme a
mi la pensión es alucinante ¿o es que el imbécil soy yo que no sabe qué es lo
que está ocurriendo realmente en este puto país?
O sea que no hay nada
que hacer, lo afirmo una vez más, porque hay en este asqueroso país once
millones de personas que piensan seriamente que lo que esta gente está haciendo
es todavía poco, que lo que hay que hacer es lo que propugnaba ese ministro
japonés, liquidar como sea a viejos y enfermos y terminar de una vez con esa
lacra de la Seguridad Social, y, entonces, sí, entonces todo resurgirá de las
cenizas de este volcán cuya erupción ha provocado esta crisis que está a punto
de engullirnos a todos, a ellos, coño, también, sólo que ellos no lo ven, con lo
inteligentes que son, el poema, el maravilloso poema de Beltord Brecht: primero,
vinieron a por el vecino del tercero porque era judío y yo dije, bueno, sí, qué
lástima, pero yo no soy judío; después, vinieron a por el del segundo, porque
era católico y yo dije qué pena, Dios mío, qué pena, pero yo no soy católico, y,
después, vinieron a por el del primero porque era comunista y yo dije, por Dios,
hombre, por qué, qué ha hecho este buen hombre, pero yo no soy comunista, y, de
pronto, un día vinieron a por mí, a por mí, por qué, si yo no soy judío, ni
católico, ni comunista, si yo no soy nada, no hago nada, no me he metido con
nadie, ¿por qué, Señor, por que?
De modo que mis
propios hijos piden mi cabeza, quieren que Rajoy me la corte y se las ofrezca en
una bandeja como si yo fuera una especie de Juan Bautista y ellos unos
descendientes de Salomé, de modo que ya estoy completamente seguro de que Julian
Benda y toda esa interminable serie de genios que vienen quejándose de la
traición de los intelectuales se han quedado cortos, muy cortos,
insuperablemente cortos, alguien, no sé qué demonio entripado, halló, al fin la
fórmula para anestesiar definitivamente las conciencias y convertirnos en esta
especie de seres infrahumanos que ya no sienten compasión siquiera entre padres
e hijos.
Joder que puto y
asqueroso mundo hemos hecho entre todos.
JL Palazón.
JL Palazón.